Resurrección.

Quisiera honrar el testimonio de fidelidad de algunos hombres que tuve el privilegio de conocer al empezar mi camino.

Uno de ellos fue el fundador de una iglesia en un apartado lugar en la zona central de Chile. Toda su vida fue un testimonio de paz y buenas obras, que marco profundamente la vida de todos los que estuvimos a su alrededor. Yo era muy joven cuando partió, pero recuerdo muy bien la enorme cantidad de gente reunida en ese pequeño pueblo, con la única intención de decir presente y honrar la memoria de ese anciano. Crecí con las historias de mi primer pastor siempre presentes; su corazón generoso, su sencillez, su sabiduría, el amor de Dios que reflejaba. Toda la gente, aun cuando no compartieran nuestra misma fe, reconocían sus virtudes y lo apreciaban de una manera que no he vuelto a ver.

Otro hombre que nunca olvidare era en una palabra un "profeta". Uno podía pasar horas y horas escuchándolo hablar sin tener conciencia de como pasaba el tiempo. La autoridad de sus palabras era sencillamente notable, Dios lo respaldaba con muchos sucesos milagrosos y con la capacidad de conocer cosas ocultas que solo Dios podría revelar. Sus últimos años los paso postrado en una silla de ruedas. Después de una larga enfermedad sufrió la amputación de sus dos piernas y su visión se deterioro bastante. Nunca olvidare sus ultimas predicaciones, el sentado en su silla de ruedas, tapado con alguna manta, una mano sosteniendo su Biblia, la otra levantada hacia cielo, y sus labios declarando de aquel día glorioso que esperaba, donde se levantaría con un cuerpo celestial, cuando otra vez tendría sus dos piernas, donde podría volver a saltar y a correr a luz del rostro del maestro.

Estos hombres duermen en el Señor, murieron en Cristo, dejaron testimonio de haber agradado a Dios, cerraron sus ojos cantando y con lo mirada puesta en el galardón. Terminaron su carrera con gozo y demostraron pelear la buena batalla de la fe. Hoy pertenecen al grupo de creyentes que resucitarán en el harpazo.

"El Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo. Entonces, los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor" 1Tesalonicenses 4; 16-17.

El día del harpazo será también el día de la primera resurrección, ese día que esperamos, el Señor dará su voz de autoridad, y todos los fieles la oirán, y en un abrir y cerrar de ojos los muertos en Cristo resucitaran, se levantaran de sus tumbas, tendrán un cuerpo distinto, uno celestial, uno inmortal. Los apóstoles, los millones de mártires, nuestros seres queridos que hoy duermen, ese día resucitaran para recibir al Señor en el aire, para encontrarse con su esperanza de redención y recibir el prometido galardón.

"Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo (cuerpo), se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial", "... para que lo mortal sea absorbido por la vida"
2 Corintios 5: 1-4