Israel vive su hora critica, el clímax de la angustia de Jacob, Jerusalén a caído, el Templo fue profanado, miles de judíos han sido asesinados por la bestia que sube del mar, el remanente logro escapar al desierto y se encuentra refugiado en la ciudad de piedra y es solo cuestión de tiempo para que el ejercito de todas las naciones del mundo termine su cruel campaña y borre al pueblo escogido de la memoria del mundo.
En medio de tan oscuro panorama, una luz de esperanza nace en el pecho de los refugiados, Dios les envió espíritu de gracia y de oración, en medio de su aflicción mi Dios les hablo al corazón.
Fueron engañados y se engañaron a si mismos, hicieron pacto de muerte, rechazaron al carpintero, pero hoy lo están mirando a los ojos, mirando sus manos heridas y su costado traspasado. Los maestros del pueblo los convocan y juntos lloran como una madre a su hijo muerto, "verdaderamente este era el Hijo de Dios" exclama uno, y todos a una sola voz le piden al verdadero Mesías que regrese, que restaure el trono de David, que tome el reino que no tendrá fin.
El milagro del arrepentimiento esta sobre ellos, buscan su rostro y lo encuentran, porque lo buscan con todo el corazón. Dios vuelve a tener de ellos misericordia, vuelve a oírlos, vuelve a apartar su ira, pues su enojo no durara para siempre.
Se alcanzo la plenitud de los gentiles, las ramas son otra vez injertadas en el olivo, todo Israel vuelve a ser salvo, los amigos del esposo están listos para la gran cena.
Es el momento apropiado para que los cielos sean abiertos como un libro, para que la señal del Hijo del Hombre sea vista por todos, para que se cumpla lo dicho por el vidente "vendrá Jehová mi Dios, y con el todos sus santos".Zacarías 14-5.
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